Populares por la gran variedad de necesidades que pueden llegar a cubrir. Conócelos a fondo.
Un préstamo personal es un contrato que se firma entre el cliente (denominado prestatario) y la entidad bancaria (prestamista), por el que se entrega una cantidad determinada de dinero a cambio de su devolución en un plazo pactado y con el pago de sus correspondientes intereses (cuotas).
Podemos decir que esta es la definición clásica de un préstamo personal.
El cliente no suele comprometer un bien concreto -como podría ser una vivienda- por lo que la gestión es más rápida que la que pueda tener un préstamo hipotecario.
Más bien, podemos decir que el aval del préstamo personal se basa en los bienes presentes y futuros que posee el prestatario.
Los intereses de los préstamos personales varían y suelen estar destinados a la compra de bienes y servicios de consumo, tales como un coche, un ordenador, unos estudios en el extranjero, unas vacaciones o un producto determinado que pueda suponer una elevada cuantía.
Si bien a la hora de hablar de otros tipos de préstamo (como puede ser el hipotecario), podemos encontrar cuotas de hasta de 20 años, los préstamos personales suelen tener una cuantía menor asumible en un periodo relativamente corto de tiempo.
Que los préstamos personales tengan un periodo de amortización más corto también los convierte en un producto más caro, ya que las entidades bancarias corren un mayor riesgo que al poseer una vivienda como “resguardo” en caso de impago.
Las entidades bancarias -como prestamistas- se hayan en la obligación de imponer una serie de requisitos a la hora de conceder a un préstamo personal para garantizar su pago por el prestatario.
El primer paso para poder acceder a este servicio es ser mayor de edad o, en el caso de ser menor de 18 años, contar con una autorización expresa de los padres o tutores.
Aunque cada entidad bancaria se reserva una serie de medidas a la hora de entregar un préstamo personal, por regla general, el deudor debe poseer un historial crediticio favorable que le avale para evitar posibles impagos o moras.
Es por ello que, pese a ser mayor de edad, no se conceda un préstamo personal si no se comprueba que realmente el cliente pueda garantizar solvencia económica.
Asimismo, puede pasar al contrario: que un cliente se encuentre en edad avanzada pero no tenga empleo ni bienes con los que avalar la cuantía del préstamo que quiere pedir a la entidad bancaria.
¿Qué hacer en estos casos? Para solventar estas dificultades es posible contar con un avalista (es decir, un tercero que se comprometa a amortizar la deuda en el caso de un impago).
El avalista debe mostrar un historial crediticio seguro para que la apertura del préstamo personal sea efectiva.
Como ya comentamos a lo largo de este post, será necesario acreditar ante la entidad bancaria una solvencia económica que garantice el pago prestado.
Para ello, nuestro banco pedirá la siguiente documentación a presentar:
Cuanto mayor sea el patrimonio del deudor más sencillo será para la entidad bancaria poder contraer préstamo personal con él, ya que esto garantiza la devolución y amortización y puede acarrear mayores beneficios contractuales.